Aunque no se conocen pormenores de la aparición y su cronología es incierta; a pesar de que no han llegado a nosotros datos anteriores al último cuarto del siglo XVII y que los primeros tiempos están envueltos en bruma e incertidumbre, lo cierto es que la imagen del Cristo alcanzó la adoración, la súplica y la gratitud de las gentes del entorno próximo y, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, de las que habitaban un amplísimo territorio.
A ella aclamaron, lloraron y rezaron miles de personas y ante ella se postraron millares de peregrinos, muchos venidos desde considerable distancia.
Las razones por las que ocurrió esto son:
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