• José Joaquín Tárraga

CON MOTIVO DE LA BEATIFICACIÓN DE D. RIGOBERTO

“Vosotros sois la luz del mundo”

        Amigos todos:

Quedan pocos días para vivir uno de los acontecimientos grandes en nuestro pueblo: El párroco de Peñas, D. Rigoberto, será proclamado por la Iglesia Beato.

El beato Rigoberto murió mártir. Murió por ser sacerdote. Murió perdonando y murió esperando la resurrección y la vida eterna. A su lado un grupo de personas entre los que se encontraba D. Antonio Zamora, vicario parroquial, y D. José Sánchez, sacristán. A ellos dos se le ha abierto el proceso diocesano para, Dios mediante, después de varios años, ser proclamados también mártires de Dios. Para ello se necesitan testimonios, personas que nos hablen cómo eran, cómo vivían y, sobre todo, si murieron por amor a Dios y a la Iglesia.

Muchos critican las beatificaciones de los primeros 498 mártires de la persecución religiosa. Yo, joven que no he conocido la guerra ni los años de la dictadura, veo no acertadas aunque respetadas estas críticas. La Iglesia no condena a nadie ni busca justicia. La Iglesia lo único que hace es honrar a sus hijos, esos que han dado la vida por Jesucristo. La Iglesia eleva el testimonio de su entrega para que nos ayude a tomar ejemplo y a vivir con más radicalidad y sencillez nuestro ser cristiano.

La sangre de los mártires es semilla de cristianos. La entrega, generosidad, humildad de nuestros mártires es estímulo para fortalecer nuestra fe. Yo cuando miro a D. Rigoberto, su ser sacerdote, su ser para Dios y para los demás me ayuda en la tarea y me fortalece en mi entrega. Su sacerdocio y muerte es para mí, luz y guía.

Cuando uno visita las catacumbas en Roma se le ponen los pelos de punta el pensar en los primeros cristianos y en cómo a pesar de las persecuciones siguieron confiando en Dios y nunca lo negaron. Nuestros mártires son el cimiento de nuestra Iglesia. Su testimonio revitaliza nuestra fe y seguimiento del Señor en unos tiempos en los que ser de Cristo no está de moda ni es fácil. Los mártires son la luz para un mundo cargado de muchas oscuridades y temores.

El beato Rigoberto fue párroco de Peñas, sacerdote. Él fue llamado por el Señor. Una vida entregada a los demás. Fue párroco de Alcadozo y Pozuelo, después lo fue de nuestra parroquia. Junto a D. Antonio Zamora y las hermanas Hijas de la Caridad llevaron juntos la escolarización de los niños y la evangelización de las gentes. Dicen que era jovial y muy bromista, abierto con todos. Su sola presencia alegraba encuentros y paseos. Sus últimas palabras fueron: “Señor, perdónalos, como yo los perdono”.

Os invito a todos a participar de las celebraciones que se han preparado: charlas, celebraciones, peregrinación a Roma,... También se han realizado carteles, cuadros, estampas, rosarios, llaveros,... para la devoción y pediremos una calle con su nombre en nuestro pueblo. Tenemos en el cielo a uno para encomendar nuestras intenciones. A uno que paseó por nuestras calles, oró en nuestro templo, bautizó a muchos, casó a otros y preparó para la resurrección de la carne a algunos.

Yo sí creo en la intercesión de los mártires. Creo y pido. Pido por nuestra parroquia, por nuestros niños y jóvenes, pido por cada uno de vosotros. Y pido por mí, que me ayude a ser un buen cura, un cura bueno. También lo hago por el crecimiento de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. Pido y confío en un pueblo unido, fraternal, más y mejor creyente. Y lo pido con fuerza, con fe, sabiendo que mi oración es escuchada.

Siempre. Vuestro Cura:
José Joaquín