Nos escribe Antonio...

Nos escribe Antonio...

Sábado 28 de Junio de 2008. Catedral de Murcia. 11 de la mañana. Una gran fila de sacerdotes presidida por el Obispo acompaña a 5 diáconos que van a recibir el sacramento del orden sacerdotal.

Los 5 diáconos van alegres pero asustados. Saben lo que les viene encima: un mundo adverso, un mundo opuesto a la religión, un mundo que evita a Dios, un mundo que vive sin Dios. Y ellos, que han sentido su llamada, están dispuestos a demostrar al mundo que Dios existe, están dispuestos a gritar que un tal Jesús de Nazaret sigue vivo, y que un Santo Espíritu sigue alentando para realizar la misión y el mandato del Hijo de Dios.

Los nervios a flor de piel. Los días previos los han pasado recordando toda su vida, y replanteándose la misma cuestión: ¿De verdad Señor me quieres de cura? ¿De verdad es mi camino en la vida? ¿De verdad voy a saber hacerlo? ¿De verdad….? Y ahora, mientras se dirigen a la Catedral… las preguntas resurgen en sus mentes…

Toda una vida. Cada día, hora, minuto y segundo dedicados al Señor al servicio de los demás. Es el comienzo de una vida nueva. Como si volvieran a nacer para el mundo. Han sabido dejarse enamorar por Cristo, y el se ha convertido, desde ese momento, en su guía, amigo, hermano, meta, consuelo, refugio,…

Dentro de dos horas… todo será nuevo. No soy yo, es Cristo el que vive en mí, dirán como san Pablo. Dispuestos a todo lo que se les pida, dispuestos a entregar su vida por anunciar y defender a ese Dios misericordioso que el mundo ha olvidado y que parece quedar solamente en los rezos y oraciones de las abuelas.

La esperanza, la tienen. La fe, se mantiene firme. La confianza, puesta en el Señor. Y a pesar de sus dudas, de sus limitaciones, de saberse inadecuados para esta tarea… sienten un consuelo final: se encuentran con una imagen de la Virgen María, justo a la entrada de la Catedral, y rememoran aquel pasaje del Evangelio de Juan, en las bodas de Caná. La voz de María resuena en sus corazones, con las mismas palabras que entonces: Haced lo que él os diga. El consuelo ha llegado de la Madre. Si Ella hizo lo que Dios le pidió, ¿por qué no nosotros?.

A unos días de la ordenación, confiándonos en la oración de tanta gente, solo podemos dar gracias a Dios por todo lo que nos espera. Una aventura, la mejor aventura que la mente humana pueda crear. Una aventura que es una vida entera. Gracias a todos por vuestro apoyo, y recordad ese Haced lo que él os diga, que hemos elegido como lema de nuestra ordenación sacerdotal. Solo siguiendo ese consejo seremos realmente felices. Merece la pena entregar la vida por Cristo desde el sacerdocio. No tengáis miedo, dejaos guiar por Cristo.