Jornada de Responsabilidad en el tráfico

Jornada de Responsabilidad en el tráfico

Con el lema “La vida, el mejor punto” se celebra en la Iglesia Española el día de la Responsabilidad en el tráfico. Una Jornada que quiere dar a conocer unas orientaciones sobre la pastoral para los usuarios de la carretera.

El documento del Pontificio Consejo alude a un principio elemental que debe gravar la conciencia de todo conductor: “Cuando alguien conduce poniendo en peligro la vida de los demás o la propia, así como la integridad física o psíquica de las personas y también bienes materiales considerables, se hace responsable de culpa grave, incluso cuando ese comportamiento no provoca accidentes, pues en todo caso implica graves riesgos”.

Y cita estas palabras del Catecismo de la Iglesia Católica: “La virtud de la templanza conduce a evitar toda clase de excesos: el abuso de la comida, del alcohol, del tabaco y de las medicinas. Quienes en estado de embriaguez, o por afición inmoderada de la velocidad, ponen en peligro la seguridad de los demás y la suya propia en las carreteras, se hacen gravemente culpables”.

Virtudes cristianas del conductor

Al igual que otras actividades humanas, la conducción puede y deber ser para el cristiano un campo adecuado para cultivar las virtudes. Son varias las que enumera el documento:

La caridad, en primer lugar. Ella debe ser, como en toda la vida del cristiano, el “motor” de todos los actos del conductor. Esa caridad se manifiesta, en primer lugar, en no poner en peligro, con maniobras equivocadas o imprudentes, la vida o la integridad de pasajeros y peatones. Otras manifestaciones de la caridad son la cortesía y el espíritu de servicio, la actitud comprensiva para con las maniobras torpes de los principiantes, la atención especial prestada a los ancianos, discapacitados y niños, a los ciclistas y a los peatones, así como la ayuda pronta y generosa a los heridos; también el cuidado del propio vehículo con el fin de garantizar el máximo de seguridad.

La prudencia ha sido considerada siempre como una de las virtudes más necesarias e importantes con relación a la circulación. Exige “un margen adecuado de precauciones para afrontar los imprevistos que se pueden presentar en cualquier ocasión”, evitando toda distracción, la velocidad excesiva y la sobreestima de las propias habilidades.

La justicia obliga a reparar el daño causado a otro y a procurar que las víctimas, o sus parientes próximos, sean debidamente indemnizados.. Además, las Orientaciones invitan al perdón, tan característico de la conducta del cristiano: “es preciso animar a los familiares de las víctimas a perdonar al agresor, como signo, aunque difícil, de madurez humana y cristiana”.

La esperanza, basada en la ayuda de Dios y en la propia cooperación, invita al viajero cristiano a confiar en llegar a su destino. La roca básica de la esperanza cristiana es siempre el mismo Dios Padre, quien nos ofrece también la ayuda de numerosos intercesores: los ángeles y los santos y santas, a los que nos encomendamos en nuestros viajes. Expresamente se cita a San Cristóbal, al Ángel de la Guarda, a San Rafael y, muy en especial, a la Santísima Virgen, invocada por numerosos títulos referentes al camino.

Misión de la Iglesia

Parte de la misión profética de la Iglesia es la denuncia de los peligros derivados del tráfico, así como de las causas de los accidentes (condiciones del asfalto, circunstancias ambientales, problemas de orden mecánico…), y, muy especialmente, las derivadas del factor humano (negligencias, ligerezas graves y gratuitas, arrogancia…).

Pero no basta la denuncia. La Iglesia debe colaborar con la Administración pública y con otras instituciones para crear una conciencia general y pública con relación a la seguridad vial, y promover una adecuada educación de los conductores, viajeros y peatones.” A esta tarea educativa han de contribuir también las familias, las parroquias, las asociaciones laicales y los movimientos eclesiales, así como los medios de comunicación social y la escuela. Las Orientaciones afirman: que la educación vial del niño “es la mejor garantía de una generación futura más segura y correcta en este campo”.

Al concluir la presentación de esta apretada síntesis del documento de la Santa Sede, los obispos muestran su saludo más fraterno y afectuoso a cuantos dedican gran parte de su vida a la carretera, como profesionales o encargados de la seguridad. Saludo que conlleva también estima, admiración y gratitud por su cooperación inestimable al bien común, así como el compromiso de seguir colaborando con generosidad con todas las personas que se afanan por lograr una seguridad vial más satisfactoria.