La inadmisible intimidación al Papa del Parlamento belga, ¿y en España?

La inadmisible intimidación al Papa del Parlamento belga, ¿y en España?

Produce asombro, estupor, indignación y dolor la inaudita resolución del Parlamento del Reino de Bélgica que ha condenado las palabras, en rueda de prensa, del Papa Benedicto XVI sobre el preservativo mientras volaba hace un mes a África. Produce sonrojo la frivolidad interesada de una Cámara de representantes que parece no haber leído ni el texto ni el contexto de las mismas (Cfr. ECCLESIA, números 3.459 y 3.460) y que ignora el impagable servicio que la Iglesia católica realiza en la erradicación, en el acompañamiento y en la sanación de los enfermos del sida. Produce vergüenza ajena la sinrazón de una condena tan unilateral, tan visceral, tan sesgada y tan hipócrita, dispuesta a silenciar el extraordinario magisterio de Benedicto XVI durante su memorable visita apostólica a Camerún y a Angola, donde realizó un vibrante, valiente y profético recorrido por las lacras y los abusos que han afligido y afligen ayer y hoy al continente africano.

Y es que no logramos entender cómo y bajo qué título de competencias el Parlamento belga puede incluir este tema entre los asuntos de sus preocupaciones, con la osadía además de emanar una condena pública ¿No estaremos ante un intento de silenciar las certezas y proféticas denuncias que sobre la realidad de África realizó Benedicto XVI? ¿Es de recibo, en medio de una inusitada crisis económica y de valores, que esta cuestión sea tema de debate en un Parlamento, y que precisamente hable quien debería callarse y quien debería colaborar de modo más activo y comprometido y no propagandístico con África? ¿No puede ser todo esto reflejo de una mala conciencia de algunos sobre pasadas actuaciones de sus países en Africa y un sutil modo de neocolonialismo, ahora revestido de manipulación y de propaganda? Es igualmente lamentable lo que de intolerancia, censura y ataque a la libertad de expresión y de conciencia conlleva la citada resolución parlamentaria en Bélgica, que supone, como señaló la Secretaría de Estado de la Santa Sede el viernes 17 de abril, “un claro intento de intimidación, casi como disuadir al Papa de expresarse sobre algunos temas, cuya relevancia moral es obvia, y de enseñar la doctrina de la Iglesia”.

El Papa dijo lo que debía decir. No se ha inventado la doctrina moral de la iglesia sobre el preservativo, avalada asimismo por la tradición de la Iglesia, sus pastores y fieles y significativa parte de la comunidad científica. Y lo que Benedicto XVI ha sembrado en África es esperanza, como lo demuestran los mismos medios de comunicación de Camerún y de Angola que apenas han dedicado espacio a esta polémica y, sin embargo, han ponderado y ponderan con agradecimiento el conjunto de la predicación papal.