FALTAN 4 DÍAS PARA EL CRISTO: Hoy recuerdo para el Beato Rigoberto

FALTAN 4 DÍAS PARA EL CRISTO: Hoy recuerdo para el Beato Rigoberto

Un 24 de agosto de 1936, el beato Rigoberto de Anta y Barrio era martirizado junto a otros once peñeros. Entre los que estaba el coadjutor de la parroquia D. Antonio Zamora y el sacristán de la parroquia D. José.

La fiesta litúrgica del beato Rigoberto está fijada para el 6 de noviembre, fiesta de los 498 mártires beatos de la Persecución Religiosa en España en el siglo XX.

Nació el nuevo beato Rigoberto de Anta y de Barrio en la población de Sax, el cuatro de enero del año 1884. El día 11 fue bautizado en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción. Sus padres se llamaban Luis de Anta y Manuela de Barrio. Carecemos de datos acerca de su niñez, pero sí sabemos que a la edad conveniente ingresó en el Seminario de Murcia en calidad de interno los primeros años, y luego, en el llamado Colegio de San José de la misma ciudad, donde continuó con los estudios de la carrera eclesiástica.

Recibidas las Sagradas Órdenes hasta el Presbiterado inclusive, empieza a figurar el 1920 como párroco de Alcadozo y en 1926 como Cura Ecónomo en la parroquia de El Pozuelo, ambas en Albacete. Dicen los pocos informes que de él se tienen que era un sacerdote modelo, de carácter alegre y jovial, lleno de simpatía y unción sacerdotal, muy generoso con los pobres.

Cuando empezaron a desarrollarse los acontecimientos que desembocaron en la guerra civil, se encontraba D. Rigoberto en Peñas de San Pedro, como párroco. A pesar de las advertencias de algunos, no quiso abandonar la parroquia, aún previendo lo que podía suceder. Fue detenido, a principios del mes de agosto de 1936 por la única razón de ser sacerdote, en el cuartel de la Guardia Civil de Peñas de San Pedro.

El 24 del mismo mes fue asesinado juntamente con varios seglares, el sacristán D. José y el Coadjutor, D. Antonio Zamora López. D. Rigoberto fue el últmo en ser asesinado, dando previamente la absolución a los demás, cumpliendo su ministerio sacerdotal hasta los últimos momentos. Cuando le tocó el turno a él, dijo en voz alta: "Perdónalos, Señor, como yo les perdono", siendo éstas sus últimas palabras.