• José Valtueña

LOS MAYOS

LOS MAYOS

 

Se había perdido esta antigua tradición en nuestro Pueblo. Gracias a la Asociación Cultural "El Garbillo" se han recuperado hace algún tiempo. Esta tarde después de la Eucaristía, la Virgen milagrosa se asomaba a  la puerta del Templo para recibir este hermoso homenaje: tradición de amor de un Pueblo que ama a su Madre del cielo. En la galería de imágenes, sección "NUESTRO PUEBLOI" tienes fotos. A continuación un interesante articulo del diario "La Verdad" de Albacete, que nos habla sobre ésta tradición en la provincia.

Los Mayos son una de las más bellas tradiciones marianas y su arraigo en Albacete se remonta a la antigüedad. Pertenece a uno de los ciclos reconocidos de acuerdo con las estaciones del año y que cita en su libro 'Las devociones perdidas' -aunque ésta no lo sea- María Mercedes Meya Iñiguez. Que destaca interesantes observaciones sobre el folklore en nuestros pueblos, teniendo en cuenta que todas las danzas y la música de acompañamiento se encuentran íntimamente unidas a la celebración de las fiestas, incluidas las religiosas. Surge de esta manera lo que llamamos folklore, entendido como la expresión fundamental de la cultura tradicional y popular, desarrollado en el arte, la religiosidad, la literatura, la música y la organización social de una colectividad. El aspecto más conocido es el de la música, relacionada con el calendario agrario, religioso y festivo; canciones de arada, siega o vendimia, o también villancicos o bailes de Nochebuena tras la Misa del Gallo, las coplas al patrón o a las ánimas. O los Mayos que anuncian la primavera, de los cuales el primero es costumbre dedicarlo a la Virgen. «Mañana es el mayo florido/ el mes de las flores/ el mes de la Virgen María/ el mes de mis amores».En cuanto a los ciclos comentados, el primero, invernal, comenzaba con la fiesta ganadera de San Antón; el segundo, primaveral, incluía la Semana Santa y los Mayos; el tercero, veraniego y otoñal, con la festividad de San Juan y la Feria, y el ultimo, invernal, con las conmemoraciones navideñas.

En los últimos años, grupos folklóricos han cantado en el pórtico de la catedral estrofas ancestrales de una devoción popular en honor de María y coincidiendo con la víspera del primero de mayo, cuando 'el abril cumplido', como dice una de las coplas habituales, deja paso al mes de las flores. Voces, guitarras, bandurrias, laúdes, dulzainas, panderetas y postizas subrayan la sencillez de los estribillos de un cántico que no ha perdido el sabor rural de su origen y mantiene intacto su colorido folklórico de hace siglos. En otras muchas ciudades españolas y en diferentes regiones pervive su cadencia antigua. En Galicia se viste a un niño con un traje floral, y en Cataluña, coincidiendo con la fiesta de la Santa Cruz, es un espectáculo de participación masiva.

Según la inolvidable musicóloga albaceteña Carmen Ibáñez, a quien tanto debemos por sus investigaciones y por su esfuerzo para recuperar los ritmos autóctonos, que llevan en su repertorio todos los grupos de coros y danzas actuales, la costumbre de los Mayos tiene una fuerte identidad provincial.

Los Mayos se distinguen por dos facetas características, y así se refleja en el 'Cancionero' albaceteño, pero su principal condición es la ofrenda a la Virgen de cada lugar y advocación. Así se canto siempre en Bogarra, Fuensanta, El Bonillo, Villalgordo del Júcar, Alpera y Bonete y en otros pueblos donde la gente solía agruparse junto a su iglesia o en las plazas mayores. También solía desplazarse a sitios favoritos en el campo, y allí una voz invitaba a cantar a la multitud coplas conocidas de toda la vida. Es decir, los Mayos que dan nombre a esta manifestación religiosa.

La copla consta de veinticuatro estrofas de cuatro versos, sin una métrica fija y común. Es curioso que cuando falta letra se suple con la prolongación de la vocal con la que finaliza, y cuando sobra se multiplica un soniquete las veces necesarias hasta encajar todo el texto. Existe el Mayo con folía que inicia un solista, respondiendo el coro. La folía la canta esa sola voz, y si los intérpretes lo creen necesario repiten idéntica forma hasta agotar todo el texto.

Uno de los Mayos más conocidos, imprescindible de la ofrenda, dice así: «Estamos a treinta del abril cumplido/ mañana entra mayo, mayo bienvenido./ De venir aquí a cantar/ más quisiera ver la muerte/ que venirte a despertar/ y a mí me tocó la suerte/ de venirte aquí a cantar». Fuensanta cantó siempre la folía con Mayo, a veces improvisando letras, por cierto con alusiones a los vecinos y no precisamente favorables, como cuando decían «¡Oh, Virgen de los Remedios/ un canto te voy a echar/ que no pase por mi puerta/ 'Tacones' y ram-tam- pam!». Mientras que en Carcelén , el Mayo tenía una gran ternura e ingenuidad: «He tenido atrevimiento/ de ponerme aquí a cantar habiendo tan buenos maestros/ y yo tan mal oficial./ Manojitos de clávales/ me parecen tus pestañas/ que cada vez que me miras/ me los clavas en el alma». El Mayo de El Bonillo tiene especial emotividad en su doble significación de piropo e intención espiritual: «Mayo con sus flores/ empieza mañana/ voy a retratarte/ voy a retratarte/ en precios del alma./ Entra Mayo garrido/ el mes de las flores/ el mes de la Virgen/ el mes de la Virgen María/ Entra mayo garrido/ la, la, la, la, la...»

En Bienservida la cancioncilla tiene un singular matiz campestre: «Mayo, mayo, bienvenido seas/ con tu venida los campos se alegran./ Bienvenido seas/ regando cañadas/ refrescando siembras/ bienvenido seas». Villalgordo del Júcar canta dos Mayos. El primero es galante, de requiebro y de ronda: «A tu puerta, Bella Dama/ humillando tus umbrales/ está tu amante rendido/ con otros varios galanes». El otro es de una inefable frescura, con una sugerente simbiosis campesina y religiosa: «Es María la caña del trigo/ San José la espiga y el Niño la flor/ y el Espíritu Santo el grano de trigo/ cerrado por gracia de Dios».

Así son los Mayos de esta tierra, conservados con exquisito respeto y espontaneidad en sus más diversas manifestaciones, todas coincidentes con el saludo a la Virgen que, en el tiempo anunciado, será la Reina de los campos, los valles, las aldeas, los pueblos y ciudades que le rinden un homenaje coral, de pulso y púa, de letrillas sinceras y familiares, como se puede comprobar con la lectura de las coplas y, mejor aun, oyéndolas en los espacios de torres y campanarios, elegidos como palenque secular.